Juan José Pérez Valle
La Plaza Nueva
Introducción
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Documento referente a la obra Pía |
Ribadesella tuvo varias fundaciones pías desde el siglo XV: los hospitales-albergues de Ribadesella y Berbes, el primero de ellos, municipal, las fundaciones de escuela en la villa de Ribadesella, El Carmen y Leces, de las que ya me he ocupado anteriormente en otras publicadones, y las obras pías de S. Esteban, También llamada "del Concejo", y sobre todo la de Collera, obra pía que perduró a lo largo de varios siglos y objeto del presente estudio.
La Obra Pía de Collera
La conocida como Obra Pía de Collera fue una institución benéfico-social y docente creada en el siglo XVII por el clérigo presbítero Pedro González, hijo de luan de Gonzalo Piles y de María Santos González, naturales y vecinos de la parroquia de Collera.
Realmente se conocen pocas cosas relativas a su persona, como la fecha o el lugar concreto de su nacimiento, -probablemente en Santianes- que entonces formaba parte de aquella parroquia.
Es de sospechar que las primeras letras se las enseñase el cura de Collera, pero nada se sabe de los lugares donde ejerció su magisterio, al menos residió algún tiempo en Andalucía, regresando ya con cierta edad a Ribadesella, el lugar de su nacimiento, trayendo consigo un esclavo negro que había comprado en Cádiz quien le sirvió hasta su fallecimiento y a quien después dejó en libertad para que pudiese volver con su familia en aquel reino.
Tuvo varios hermanos y uno de ellos, Domingo, residente en Indias, y del que hacía tiempo no se tenían noticias, le había remitido para su administración algunas sumas de dinero vía Sevilla y Santander (6.000 pesos) que D. Pedro invirtió en la construcción de una casa y en, la compra de tierras, entregando algunas cantidades al censo y creando incluso un Monte de Piedad en Ribadesella.
En 1661, viéndose D, Pedro muy enfermo y deseando dejar ordenados sus asuntos terrenales, hizo testamento el 20 de abril, En él, después de ordenar algunas mandas en favor de sus sobrinos, e los que vinculó y amayorazgó algunos bienes, le quedaron libres 7.088 pesos que mandó poner en un arca con cuatro llaves, una en poder del cura de Collera y las otras tres en manos de tres de sus sobrinos: Pedro Sánchez González y los hermanos Andrés y Juan González Prieto, todo ello a la espera de noticias de su hermano Domingo, quien seria, si así lo considerase oportuno, el que diese destino adecuado a aquel capital.
Sobre aquellos fondos Pedro González fundó una capellanía -la capellanía de San Juan de Santianes- a la que iba unida escuela de primeras letras, y una obra pía dotada para ayuda de casar muchachas solteras (doncellas) de su parentela.
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Copia del testamento de Pedro González (siglo XVII) |
D. Pedro González falleció al poco tiempo de redactar su testamento, siendo enterrado en la iglesia de Collera. Como ya se ha indicado, había dejado por patrono de sus fundaciones en primer lugar a su hermano Domingo, del que sólo se llegó a saber algún tiempo después, que había fallecido en América - en Cartagena de Indias- sin sucesión y probablemente antes que su hermano. En su defecto, dejaba por patrono a su sobrino Pedro Sánchez González y por último a su otro sobrino Toribio González Franco y, después de ellos, a sus descendientes. Conocido el fallecimiento de Domingo González fueron los citados sobrinos quienes llevaron a cabo las cláusulas testamentarias de D. Pedro, desplazándose hasta Cádiz para cobrar la herencia que había llegado de América tras el fallecimiento de su tío Domingo y que, en consecuencia, habría de ser destinada también a incrementar los bienes de la fundación.
Entre las obligaciones del patrono de aquellas fundaciones figuraba la de presentar al titular de la capellanía, cuidar, vigilar y velar por las fundaciones hechas por Pedro González y era el encargado, como administrador, en aquellos periodos en que ambos cargos recayeron en la misma persona, de llevar los libros de contabilidad, anotando las Inversiones, Los ingresos, gastos y los pagos realizados por la fundación.
La inversión del capital
Todo el capital de la Obra Pía se invirtió en censos redimibles y al quitar (préstamos hipotecarios impuestos sobre propiedades rústicas al 5% de interés anual que luego, por disposición real, fue rebajado al 3%). En aquellas escrituras, hechas ante escribano, se especificaba el nombre de los fiadores y la relación de los bienes hipotecados por el vendedor. Estos censos se escrituraban directamente ante el administrador de la Obra Pía quien hacía entrega del dinero estipulado, aunque en algunos -pocos- casos la obra pía también se hacía cargo de censos vendidos a otras personas o instituciones, pues estos censos se podían cambiar, comprar, vender o permutar.
Normalmente las cantidades entregadas mediante este sistema eran pequeñas, predominando los de 20, 30 y 50 ducados (Ds.) lo que denota bien a las claras que la mayor parte del capital puesto a censo era suscrito por personas con escasa capacidad económica, aunque en algunos casos también eran las personas principales quien los vendían para poder hacer frente a gastos imprevistos. En 1681, por ejemplo, eran censualistas de la Obra Pía el marqués de Camposagrado por 12,000 Ds. de principal que fue imponiendo en distintas cantidades desde 1666, también Rodrigo Álvarez de Nava por un censo de 2.000 Ds, impuesto en el año 1662, Antonio de Estrada Cebos por 500 Ds. de plata doble, y Pedro de Antayo por 1.300 Ds por varios censos impuestos por las mismas fechas. Sus descendientes continuaban siendo censualistas de la Obra en 1733, e incluso la Real Audiencia, en1744, suscribió con la Obra Pía un censo por valor de 30.492 rs. vn. para construir la Casa de Audiencia en Oviedo. Pero estos censualistas con elevado capital suscrito, eran la excepción y la situación no parece haber variado gran cosa con el paso del tiempo, correspondiendo en 1832, por ejemplo, el 75% de todos los censos emitidos a cuantías inferiores a 50 Ds.
La Obra Pía de capellanía y escuela
La capellanía de San Juan de Santianes se creó a título de Patronazgo Real de Legos y el nombramiento por el patrono del capellán, habría de recaer en el pariente adecuado y más cercano al fundador, pudiendo ordenarse a título de ella. En su testamento, Pedro González había ordenado se invirtiesen en censos 2.000 Ds, que rentarían 100 Ds, de modo que con aquellos réditos se fundase una capellanía con la obligación del capellán de ella de celebrar misas por el alma del fundador y su familia en la ermita de S. Juan de Santianes, en días festivos si así lo aceptase el cura; en caso contrario, deberían celebrarse tres durante la semana, lunes, miércoles y viernes. Además, el capellán debería formar una escuela para enseñar a los niños de la parroquia de Collera cuyas clases deberían ser impartidas durante seis meses en la ermita de San Juan en Santianes y los otros seis en la iglesia de Collera. Si al capellán no le interesase impartir la docencia y se desentendiera de la escuela, debería cobrar 4 rs. vn. por cada misa (60 Ds/año) y el resto (40 Ds.) habría de servir para que el patrono o la parroquia buscase, y con ellos se pagase, al maestro más conveniente.
Los medios culturales con que contaba la Ribadesella del siglo XVII eran realmente escasos. El saber leer y escribir era solamente conocido por un número muy pequeño de sus habitantes y eran las familias de mejor posición social aquellas que orientaban a sus hijos en aquellas artes con vistas a seguir la carrera de las armas, las letras o eclesiástica.
La escuela de primeras letras de Collera fue la primera creada como tal en todo el municipio riosellano, pero así como de la capellanía se sabe de su funcionamiento al menos hasta mediados del siglo XIX y que las misas, si no siempre fueron celebradas con asiduidad, fueron siempre cobradas por el capellán, la escuela no parece que llegase a estar abierta nunca, y si lo estuvo, lo hizo hasta 1705 en que el tipo de interés que se percibía de los censos, bajó del 5% al 3% por lo que los intereses correspondientes a la capellanía y escuela quedaran reducidos a 60 Ds. anuales, que era lo que importaban exclusivamente las misas.
La falta de escuela no debió causar muchos problemas al patrono-administrador, y sí disminución de renta para el capellán. En todo caso se sabe que, sin la aportación de la Obra Pía, por aquella época había escuela en Collera porque en 1748 los vecinos, al encontrarse sin maestra de primeras letras para enseñanza de niños y niñas y por carecer también de sacristán, acordaron que un tal José González ejerciera lo uno y lo otro durante 20 años, pagando cada padre 1,5 celeminess de maíz por año en lo que respecta al magisterio y 0,5 celemines de maíz por servir de sacristán, además de 3 rs. por cada difunto que muriese en los términos parroquiales. Le necesidad de disponer de escuela se dejaba sentir, a pesar de que los niños trabajaban en las caserías desde edad muy temprana debido, entre otras cosas, a la ausencia del padre, muchos de los cuales se desplazaban durante meses a Castilla y otras partes para ejercer como segadores o canteros, permaneciendo tierras y ganado en manos de los que quedaban, mujeres e hijos.
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Patronos y administradores riosellanos de la O.P. de Collera |
Es probable que la escuela de Collera, pagada exclusivamente por los padres, tuviera continuidad. Se sabe al menos que en 1803 había un maestro en Collera y que en 1841 cesó el maestro que impartía la docencia por lo que ante la insistencia vecinal, en 1843 alcalde y gobernador intentaron establecer escuela en Collera y destinar a ella los 40 Ds. que había dispuesto el fundador de la Obra Pía. Se asignó entonces por el administrador de ella, 28 censos a dicho cargo, cuyo principal era de 14,685 rs. y que rentaban anualmente los 40 Ds., pero se desconoce si aquello tuvo adecuado efecto.
La luminaria del Santísimo Sacramento y el salario del administrador de la Obra Pía
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Iglesia de Collera (JJ) |
También quedó establecido en aquel año el salario del patrón-administrador de la Obra Pie por su trabajo como administrador, cobranza y dar cuentas, quedando establecido en la décima parte de las rentas que fuesen percibidas anualmente.
La dotación matrimonial
En su testamento D. Pedro González dejó señalado, después de establecer algunas donaciones en favor de sus sobrinos, que: ”…y lo restante de dinero y censos y otros cualesquiera bienes que tengo y de que pueda disponer mando se ponga a renta y funde desde luego una obra pía para que cada un año lo que rentase el dicho dinero y censos se dé y vaya dando a mis deudos y parientes, comenzando por las más cercanas que hubiere pobres, y hubiere en toda mi parentela, materna y paterna, con esta advertencia que cada año se ha de casar una si la hubiere en toda mi parentela; y si hubiere muchos, la más cercana en grado y esto con que sean pobres..."
Esta fundación estaba dedicada, pues, a casar parientes pobres, lo que era un modo de ejercitar la caridad, tal como era entendida entonces, y de paso evitar que, por falta de dote, una joven pudiese quedar sin tomar estado y eso la pudiese llevar en la vida por vericuetos de inmoralidad.
En un principio las dotes de las parientes del fundador que deseasen casarse o ser religiosas, se solicitaban ante el patrono, aclarando en las solicitudes que la candidata era: "moça en cabello, doncella onesta y recogida, huérfana, pobre de hacienda y tiene pensado casarse". El patrono, hacía el nombramiento y daba poder a las agradadas para que éstas cobrasen de los censualistas los réditos del año correspondiente.
Pero las cosas no eran tan sencillas y los pleitos llevados a instancias superiores relacionados con la Obra Pía fueron muy habituales durante los siglos XVII y XVIII, entre las aspirantes a la dote establecida en ella. Hay que tener en cuenta que, con el paso del tiempo, que por otra parte no fue demasiado, y al diluirse los parentescos, tanto la relación con el fundador como la mayor o menor pobreza de las aspirantes -en un municipio como el riosellano donde la mayoría de la población podría considerarse como tal- se convertía en una cuestión a veces bastante subjetiva, a lo que se añadía el mayor o menor interés del patrono, por lo que no siempre la dote -propina, como se denominaba en ocasiones- fue a parar a las que realmente les pudiese corresponder de acuerdo con la voluntad del fundador.
Aquellos pleitos tardaban en dilucidarse varios años, y obligaba a las encausadas a engorrosos trámites judiciales con el nombramiento de procuradores, la exposición de árboles genealógicos para demostrar los grados de parentesco con el fundador, a la presentación de testigos, de partidas de bautismo, matrimonio o defunción en su caso, pruebas de pobreza y necesidad, orfandad, etc.' por lo que las agraciadas a veces pasaban muchos años antes de que pudiesen cobrar su dote -en alguna ocasión, más de veinte años-, e incluso en otras eran sus herederos quienes la percibían.
Se solventaron primero ante el Gobernador del Principado, luego ante la Real Chancillería de Valladolid y después, tras su creación en 1717, ante la Real Audiencia de Oviedo, quien asumió las competencias relativas a la fiscalización de la Obra Pía, considerándose a los Regentes y Oidores “protectores" de ella y de todas las de su clase, encargada de nombrar a los administradores -aunque tal nombramiento siguió recayendo durante muchos años en los mismos patronos- y tomando sus cuentas, si bien es cierto que a veces pasaban muchos años sin hacerlo, gozando éste de amplia autonomía en la designación de las candidatas a las dotes cuando no era la Real Audiencia quien las graduaba para varios años con motivo de los pleitos que se suscitaban entre las aspirantes, pleitos contra el administrador porque no se avenía a entregar la dote a cualquier aspirante, pleitos entre varias candidatas, etc.
La cuantía de la dote varió con el paso del tiempo como consecuencia del descenso del interés cobrado por los censos cuando estos pasaron del 5% al 3% a partir de 1705, por el difícil cobro de algunos de ellos y, sobre todo, por la nefasta gestión de algunos de los administradores. Pedro González había establecido que la beneficiada, percibiese todas las rentas de un año, pero primero había que descontar los gastos fijos y variables de la fundación: el pago al capellán y a la luminaria del Santísimo Sacramento de la iglesia de Collera; además los patronos-administradores percibían el 10% de las rentas por el ejercicio de su administración y éstos descontaban también los gastos de los desplazamientos que se veían obligados a realizar, primero a Oviedo, más tarde a Valladolid y luego definitivamente a Oviedo, por asuntos relacionados con la Obra y otros gastos cuando se daban.
La fundación durante el siglo XVII
El sistema fundacional se puso en marcha desde el primer momento, tal como había establecido D. Pedro González. Se comenzaron a imponer capitales a censo, se separó el capital de la capellanía-escuela, y se efectuó la entrega de la primera dote a Teresa de la Cuenya, sobrina y criada del fundador. Así se fueron entregando dotes sucesivas en los años siguientes, dando el patrono libranza para que las agraciadas cobrasen los réditos de los censos ya impuestos, que no eran en sus comienzos muy elevados -sólo rentaban entonces 140 Ds/año-.
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Vista parcial del caserío de Collera (JJ) |
De paso, el Gobernador pidió a la Audiencia Eclesiástica tomase las cuentas de aquella fundación a la luz del testamento de Pedro González, cuyo provisor aproveché para "por vía de interpretación", sacar 6.000 rs. del capital de la fundación y aplicarlo a ofrendas, comida de sacerdotes, limosnas y misas por el alma de Domingo González, además de un pendón de damasco carmesí para la cofradía del Santísimo Sacramento de Collera. También estableció la dotación para la lámpara que iluminaba el Santísimo Sacramento de la iglesia de Collera y que había sido remitida por el citado Domingo.
Era por aquel entonces patrono-administrador "in solidum", Pedro Sánchez González quien, no encontrándose muy capacitado para llevar las cuentas de la Obra, dejó la administración en manos del licenciado Felipe Manjón Junco, quedando también entonces establecido el salario que debía cobrar el administrador por sus funciones, como ya se ha señalado anteriormente.
La cuestión judicial no quedó zanjada porque algunas de las que habían cobrado los 1.540 rs. solamente (las dotadas entre 1661 y 1665) solicitaron que se les entregase la diferencia hasta 8.393 rs. que iban a cobrar las dotadas a partir de 1666. El patrono se negó, curiosamente perdió el pleito, pero siguió negándose a entregar la diferencia, que parece se había apropiado, por lo que fue encarcelado y sus bienes vendidos en subasta pública en 1670.
El año de 1673 fue el primero en el que se tomaron las cuentas de la Obra por la Real Chancillería de Valladolid, y nuevamente en 1681 ante un nuevo pleito por d que se acusaba al patrono y al administrador de embolsarse capital y rentas de la Obra Pía. Éstos se habían negado a presentar las cuentas por lo que mediante una real Provisión de la Chancillería, se ordenó al juez noble de Caravia -por ser el más próximo al de Ribadesella- que, acompañado de un escribano, hiciese embargo y relación de la situación económica en la que se encontraba la fundación. Empleó el juez 53 días, y 85 el escribano, a lo largo de varios meses para concluir su tarea, constatándose entonces que desde 1673 y hasta la citada fecha de 1681, el capital de la fundación, todo ello invertido en 72 censos, era de 22.013 Ds. y 500 Ds. de plata doble.
Pero también se constata que la gestión de D. Felipe Manjón se había caracterizado por la malversación que hizo de sus fondos (llegaron a faltar 1.810 Ds del capital de la Obra). D. Felipe tuvo que abonar la diferencia con censos de su peculio particular, algunos vinculados, por lo que más tarde se suscitó un nuevo pleito ante la Real Chancillería de Valladolid por el cual, en 1688, D. Felipe fue encarcelado y condenado a destierro, no pudiendo acercarse a menos de 10 leguas de Ribadesella pena de un millón de Ds. si así lo hiciese.
Para evitar el favoritismo, agravios, protestas y nuevos pleitos por los asuntos relacionados con la Obra, un auto de la Real Chancillería de Valladolid dado el año 1690, obligaba al patrono todos los años, al día siguiente de S. Juan, colocar edictos en lugares públicos con el nombre de la persona que iba a ser beneficiada con la dote, para que en un plazo de 20 días aquellas parientes interesadas en recibirla y disconformes con la resolución tomada por el patrono, alegasen lo que considerasen oportuno ante la justicia ordinaria (los alcaldes de Ribadesella), tras lo cual -si no había habido ninguna oposición- el patrono podía hacer el nombramiento definitivo, uno por año y sólo el correspondiente al que estaba en curso. Entre todas las aspirantes a la dote, se insistía, debía de ser elegida la más cercana en parentesco al fundador y la más pobre.
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Collera. Entrada al pueblo (JJ) |
Además en tal sentido, dada la poca confianza que se tenía en la administración de la Obra y para evitar en el futuro la malversación de sus fondos, la Real Chancillería de Valladolid exigía al patrono, Pedro Sánchez González, se hiciese inventario de todos los censos y se pusieran a resguardo en el archivo municipal, de donde no pudieran sacarse salvo por el patrono y administrador y con licencia de la justicia ordinaria, dejando recibo ante escribano público. Si algún censo se redimía, el capital se depositaría en un arca de tres llaves, de modo que una la tuviera el alcalde, otra el regidor más antiguo o procurador general y otra al patrono de la Obra Pía, y dicha arca se pusiese en el archivo de la villa y, no siendo seguro, en el de la iglesia parroquial. El patrono, dentro de los tres días siguientes a la redención de un censo tendría la obligación de poner edictos en los lugares que se acostumbraba para invertir de nuevo el capital, colocar la escritura en el archivo y anotarla en el inventario. juez noble, procurador general y patrono, acompañados por dos "consiliarios" nombrados por los interesados, tomarían las cuentas anualmente al administrador, después de que éste último las hubiese requerido de los censualistas.
Desconocía la Real Chancillería el desbarajuste en el que se desenvolvía el archivo municipal, por lo que no parece que se cumpliese le establecido en el auto de 1690. En 1696 quizá por denuncias de algún afectado, un nuevo auto de la Chancillería volvía a insistir en el asunto, pero esta vez añadía que los depósitos que se hiciesen tuviesen resguardo en la catedral de Oviedo, que no parece que tampoco se llevase a efecto, pagando al alcalde 12 rs/año y al escribano 6 rs/año por las tareas a los que los autos citados les obligaban.
La fundación durante el siglo XVIII
Pedro Sánchez González falleció en 1699 sucediéndole en el patronazgo y administración de la Obra Pía su hijo D. Sebastián González de junco, cuya administración ya había asumido desde la defenestración de Felipe de junco. A D. Sebastián desde entonces se le conoció popularmente en Ribadesella con el apelativo de "Patrón de la Obra Pía".
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Santianes (JJ) |
Dado que Cepeda hubo de acudir a otros concejos donde se requería su presencia, nombró a tres "subdelegados" para que tomasen las cuentas, lo que pronto comenzaron a hacer hasta que, tras una inoportuna “indisposición de salud" de D. Sebastián, que duró varios meses, y tras las protestas de algunos interesados por el excesivo retraso, aquellas pudieron finalizarse en 1713. Resultaron ser ciertas las sospechas y muchas las cantidades de la Obra que habían desaparecido por lo que D. Sebastián, embargado en sus bienes, acabó por dejar en Ribadesella a su mujer Dña. María Josefa García Pando e hijos, poner el Atlántico por medio y marcharse a las Indias (Nueva España) donde murió.
A resultas de aquella intervención judicial, en 1716 se volvía a recordar por la Real Chancillería a la justicia ordinaria riosellana y a los parientes del fundador, la obligación de cumplir con los autos de 1690 y 1696. que se había comprobado no se habían cumplido en absoluto; además, dada la necesidad de nombrar nuevo administrador, estableció y ordenó al juez noble riosellano que reuniese a las personas interesadas, pena de 500 Ds. -hay que tener en cuenta la residencia de aquellas en varios concejos y que como mínimo debían acudir la cuarta parte de ellas-colocando edictos en los lugares acostumbrados para que éstas, reunidas en las Casas de Ayuntamiento, nombrasen con intervención de la justicia y por votos -si no había concordia y acuerdo entre ellos- nuevo administrador, lo que así se hizo en 1717, siendo nombrado por tal, D. Bernardo González Prieto, vecino de Santianes, de la casa de La Collada de aquel lugar. La línea sucesoria en el patronazgo y administración de la Obra Pía se quebró, al ser los descendientes de D. Sebastián niñas de corta edad.
La creación en 1717 de la Real Audiencia de Oviedo, de quien fue primer regente Cepeda, hizo que los asuntos de la Obra Pía se resolviesen a partir de entonces en Asturias y no le faltaron pleitos a D. Bernardo González que solventar en ella por asuntos dotales.
El mecanismo de entrega de dotes era siempre el mismo. Si las candidatas no estaban graduadas por la Audiencia como consecuencia de algún pleito, era el patrono-administrador quien otorgaba la dote, dando el libramiento correspondiente a la agraciada para que cobrase de los censualistas, cuya relación le entregaba. Con el capellán y el mayordomo de la luminaria, se obraba de igual manera.
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Finca donde se ubicaba la Capilla de S. Juan (Santianes) (JJ) |
No pasó mucho tiempo antes de surgir problemas, y en un pleito de 1727 ya se acusaba al nuevo administrador de no cumplir con los autos de 1690 a los que estaba obligado, de hacer libramientos dotales a favor de su mujer, hermana y cuñada habiendo otras candidatas más legitimadas y de embolsarse el caudal de la Obra Pía agregándolo a los bienes de su mujer en forma de cercas y camuñas, etc.
El fiscal de la Real Audiencia ordenó entonces al juez noble riosellano tomase las cuentas del administrador, que se demoraron porque éste alegaba toda clase de pretextos para no darlas, aduciendo que dicho juez estaba muy ocupado con las levas de mar y tierra.
No parece que las acusaciones hechas a D. Bernardo fueran muy fundadas. De las cuentas tomadas en 1728 se deduce la existencia en ese año de 167 censos, los cuales rentaban 6.591 rs. vn. por año, lo que suponía todavía un capital total de 219.700 rs. (unos 20.000 Ds), Nuevamente se le tomaron las cuentas en el año 1748. En los 21 años que habían transcurrido, se habían redimido 17 censos y se impusieron 112 por un valor de 107.039 rs.
Al fallecimiento en 1751 del administrador D. Bernardo González Prieto, sus hijos eran menores, la mayoría de edad se alcanzaba entonces a los 25 años, por lo que en su nombre, sus curadores continuaron con la administración de la Obra hasta que en 1754 la Real Audiencia tomó las cuentas que habían quedado pendientes del último administrador. Fue entonces, al comprobar los desajustes que en ella se habían producido, cuando el fiscal de la Real Audiencia decidió clarificar los asuntos relativos a la Obra Pía y pidió al juez noble riosellano recogiese e hiciese inventario de sus papeles y que "sellados y cerrados los ponga en las casas de Ayuntamiento, interín se entreguen al administrador" (AHP. Beneficencia, caja 23.525).
Decidió el fiscal separar los cargos de patronazgo y administración de la Obra Pía, con el propósito de que fuese una persona independiente quien llevase sus cuentas, y evitar con ello el favoritismo y la posible mala gestión de los administradores, intentando nombrar a D. Policarpo Meluerda González, vecino de Ribadesella, administrador de ella, a lo que rotundamente se opusieron los parientes interesados en la Obra Pía afirmando que tal persona no era pariente del fundador y que el hecho de tener que pagarle un sueldo vendría en perjuicio de la propia fundación, proponiendo a D. Manuel Ignacio de junco, vecino de Cangas de Onís para tal cargo, basándose en que en él concurrían las circunstancias de suficiencia, actitud y parentesco, de modo que ambos cargos siguiesen en una sola persona como hasta entonces. Ante la impugnación presentada por los familiares, D. Policarpo renunció a su posible nombramiento.
El fiscal de la Real Audiencia se mantuvo en sus trece y, alegando que D. Pedro González había dejado establecido quienes debían llevar el patronazgo de sus fundaciones pero nada acerca de la figura del administrador, acabó por nombrar en 1756, si bien aceptando la resolución de varías de las personas afectadas, administrador de la Obra Pía a Domingo Fernández Valdés, vecino de Granda (Forres). Fernández Valdés renunciaba al cargo poco tiempo después, en 1758, debido a su avanzada edad y achaques, aduciendo además el mucho trabajo que le ocasionaba la administración de la Obra Pía de Collera, puesto que ésta se basaba en el cobro de réditos de censos distribuidos por varios concejos, muchos de los cuales no se podían cobrar sino a fuerza de variadas diligencias extrajudiciales, porque las judiciales resultaban más costosas que los réditos de los capitales que se pretendía cobrar a los morosos.
Su renuncia fue aceptada por la Real Audiencia, tomándosele las cuentas al año siguiente por los tres años en los que había estado a cargo de la administración de la Obra, nombrando en septiembre de 1759 a D. Juan Prieto Cortés, vecino de Collera, nuevo administrador de la Obra Pía. Tal designación no fue del agrado del interesado quien no quiso hacerse cargo de ella y en tal sentido no presentó la fianza a la que por ley estaba obligado, por lo que se le puso preso en la cárcel de Ribadesella. Alegaba D. luan desde la cárcel su avanzada edad y distintas ocupaciones para no haber aceptado la resolución de la Real Audiencia, así como el que la totalidad de sus bienes estaban amayorazgados, con lo que no podía dar la fianza correspondiente y que, de acuerdo con el auto de la Real Chancillería de 1717, el cargo de administrador debía ser designado por los parientes del fundador con las normas que en el citado auto se habían establecido.
Aceptadas sus alegaciones por la Real Audiencia, fue puesto, primero bajo arresto domiciliario y luego en libertad, ordenando que el juez noble riosellano reuniera en las casas de Ayuntamiento a los parientes del fundador dispersos por varios concejos y, bajo pena de diez ducados a los no asistentes, entre todos eligiesen nuevo administrador, que no fue otro que el propio D. Juan (30 de agosto de 1760), uniéndose nuevamente patronazgo y administración de la Obra Pía en una su persona, aunque por poco tiempo, puesto que le sobrevino la muerte en el año de 1762. Su hijo, sucesor y heredero, D. Ramón Prieto Cortés continuó con aquellos cargos, rindiendo cuentas ante la Real Audiencia en 1766 por los años transcurridos desde la muerte de su padre hasta 1764, y en 1770 por los años 1765 y 1766.
Aprovechando su estancia en Oviedo y dado que las escrituras de censos se encontraban en la Secretaría de Cámara de la Real Audiencia en espera de la resolución de varios juicios, en 1770 D. Ramón Prieto dio cuenta a la Real Audiencia del mal estado en que se encontraba la Obra Pía, pues no se habían cobrado las rentas censuales desde 1766; por otra parte la Sala correspondiente tampoco había graduado a las candidatas desde entonces, con lo que tampoco se podía entregar ninguna dote.
Por la Real Audiencia se le entregaron a D. Ramón los papeles correspondientes -sacar copias resultaba muy costoso en aquella época-, estableciendo que a partir de entonces fuese el propio administrador de la Obra Pía quien asumiese la obligación de cobrar los réditos de los censos y no solo limitarse a dar libramientos para que otros los cobrasen: "Es cargo y obligación del mayordomo de la Obra Pía de Collera la recaudación y cobranza de los efectos y rentas pertenecientes a ésta, y la práctica que se ha seguido de que las interesadas lo hiciesen por sí directamente de los colonos y renteros es el medio de que se obscurezcan y acaben los fondos de la obra pía, puesto que las interesadas no tienen la instrucción correspondiente ni el caudal necesario para cobrar del que se resista y porque no habiendo en algunos años dotes que pagar, tampoco hay quien pida a los renteros lo que deben..."
Desde entonces, en los nuevos censos que se suscribían se incluyó la cláusula de que las rentas fuesen pagadas puntualmente en casa del administrador de la Obra Pía.
Quedó pues D. Ramón Prieto en-cargado de averiguar la situación de las rentas atrasadas y de su cobranza, no sin antes haber solicitado poder percibir algo más de los 12 rs /día, consignados para estos asuntos, por las gestiones que tenía que realizar en varios concejos y dada la alta inflación de la época: "atendiendo a su calidad y circunstancias y al subido precio que actualmente tienen todas las cosas” (A.H.P. Caja 23.528), lo que fue aceptado por la Audiencia, destinándole toda la renta del año 1771 para tal menester.
Así se pudo averiguar que entre censos no cobrados, unos porque decían haberse redimido y otros por no reconocerlos los herederos de los censualistas, faltaban del capital de la Obra 3.118 ducados, lo que constituía un serio problema puesto que el proceder ante la justicia en contra de los morosos originaba crecidos gastos en pleitos y recursos.
Pero las buenas maneras que apuntaba la actitud del nuevo administrador respecto a la Obra Pía, se vieron pronto defraudadas y la gestión de D. Ramón Prieto se caracterizó por la malversación que hizo de sus fondos, siendo acusado y denunciado ante la Real Audiencia por algunos de los parientes afectados, por su nefasta administración, por entregar dotes a su antojo, por que las dotadas seguían cobrando de los censualistas, etc.
Ante esta situación, en 1780 el fiscal de la Audiencia decidió tomar cartas en el asunto y pedir las cuentas a D. Ramón por los años transcurridos desde 1767 hasta 1779, ambos inclusive. Analizadas por la Contaduría de Rentas, resultó alcanzado en 22.227 rs, que no pagó, iniciándose vía ejecutiva contra él. Más tarde, hacia 1784, se le volvió a exigir la deuda pendiente y a que diese nuevas cuentas por los años transcurridos hasta entonces. Puso D. Ramón todo tipo de trabas a su comparecencia en Oviedo hasta que, ante un último apremio, no le quedó más remedio que acudir a la capital, pidiendo disculpas por no haber podido acudir antes, afirmando haberle venido una "fuerte fluxión reumática", acompañada -según certificado que presentó del cirujano riosellano- de "ipocondria y a ésta le acompañaba cólica flatulenta" que hizo que estuviese seis meses enfermo, y luego "le volvió a repetir dicho mal, complicado con accidentes más funestos".
Llegó pues D. Ramón a Oviedo en 1786 para dar las cuentas correspondientes a los años comprendidos entre 1780 y 1785, resultando alcanzado en 34.269 rs. La suma total debida por D. Ramón alcanzaba ya los 56.496 rs. que, añadidos a los 52.499 rs, que le admitieron por la Contaduría de Rentas como no cobrados, hacía un total descubierto, del que era responsable D. Ramón, de 108.995 rs. Dada la magnitud de la suma, el 11 de septiembre de 1786 y a petición del Fiscal General de la Audiencia, se separó a D. Ramón Prieto de la administración de la Obra Pía, ordenando a la justicia Ordinaria riosellana que recogiese todos los papeles de la fundación, nombrando a D. Pedro Fernández de la Juncal, vecino del comercio de Oviedo y ajeno a la parentela del fundador de la Obra, como nuevo administrador, el cual aceptó el cargo presentando las fianzas correspondientes.
(continuará)
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NOTAS
En alguna publicación se le ha citado como que había ejercido de "secretario de la Santa inquisición en América'. Personalmente no he hallado ningún documento que lo acredite como tal. En todo caso esto parece referirse más a su hermano Domingo, del que sí está documentada su estancia en América. Quien recibía el dinero era el vendedor del censo, también denominado censualista.
Quien entregaba el dinero, en este caso la Obra Pía era el comprador a censatario. 1 ducado = 11 reales de vellón.
No quiso que en ella se entrometiese ningún eclesiástico, que D. Pedro parecía conocer muy bien.
En Ribadesella: 1 fanega = 4 celemines = 1 copines = 16 cuartillos e 74.14 litros, que era la capacidad de la Fanega ovetense.
ANCO. Protocolos de Ribadesella. Escribano Martín Fernández de Labra. 1748.
Algunas había que se calificaban de "honestas, virtuosos, recogidas, pobres y de noble calidad", y en realidad lo eran, pero al menos lo de pobre no debía corresponder a Dña. Juana Manuela de junco, esposa de D. José de tunco Posada, de las casas de Villabuena, el segenda mayor hacendado en el municipio riosellano, que ade más era hija de D. Juan Gutierrez de junco, de la casa de Sierramayor en Sebreño, cuando percibió la dote correspondiente a 1690.
Se hicieron en su memoria cuatro oficios solemnes en la iglesia de Collera, que era fe habitual en aquella época para quien se lo podía permitir. uno en el entierro, otro al tercer día, otro que llamaban Mayor y otro al cabo de año. Para cada uno de ellos se llamaron a 30 sacerdotes, dando 5 rs. a cada uno por la limosna de misa y una comida a todos juntos. Las 880 misas restantes hasta cumplir 1.000 que se celebraron por su alma, se pagarían a 2 rs. y se distribuirían en el tiempo a voluntad de los testamentarios, llevando ofrendas durante 1 año
En total, Domingo González había enviado a su hermano Pedro desde América y en varias partidas, unas en vida y otra tras su muerte, 16.000 pesos.
Los 500 ducados de plata doble equivalían a 750 ducados de vellón. Hasta 1705, de los 12.520 rs. vn que producía de renta anual el capital de la fundación, cada dotada recibía 9.882 rs, ; 990 rs. iban para le capellanía y escuela y 396 rs. para la lámpara del Santísimo. El administrador cobraba el 10% de los ingresos (1.252 rs).
No conocían los magistrados de la Real Chancillería a los ediles riosellanos de aquel tiempo. La cárcel fue el lugar elegido por el regimiento riosellano para la ubicación del archivo municipal y en donde la desidia, la humedad y todo tipo de personas que pasaron por ella, destruyeron para siempre buena parte de la memoria histórica riosellana.
Las casas de Ayuntamiento, el hospital, capilla de San Roque, y la cárcel pública, ocupaban un edificio situado en la Plaza de la Iglesia. Las dependencias carceleras estuvieron siempre en un lamentable estado. Además era considerada "húmeda y fría para mantenerse en ella sin quiebra de la salud".
El capital de la Obra se situaba entonces en 22.763 Ds. y D. Sebastián fue alcanzado en 7.371 Ds. de principal y 99.679 rs de rentas. Mostrando su desacuerdo porque los subdelegados no le habían admitido algunas partidas, apeló e Cepeda -quien se encontraba por aquel entonces en Castropol- quien le dio dos días para que alegase lo que considerase oportuno. En las cuentas finales fue alcanzado en 2.872 Ds por su gestión al frente de le Obra en los 13 años que transcurrieron desde 1699 hasta 1711 ambos inclusive_ El primero en cobrar fue el escribano que tomó las cuentas (sus honorarios, los del criado que le acompañaba y la cabalgadura), vendiendo para ello en pública subasta dos vacas del referido D. Sebastián.
A partir de 1705, por las disposiciones reales en la balada de los tipos de interés, a el 5% al 3%, la dote que recibían las agraciadas no alcanzaba los 6.000 rs. A modo de ejemplo, en los veinte años que transcurrieron desde 1728 hasta 1748, se pagaron 5.259 rs, a cada dotada. Era una cantidad nada desdeñable todavía, considerando que las percepciones de un cirujano en Ribadesella por las mismas fechas alcanzaban los 1.100 rs/año, un maestre de obras de 1.000 a 1.400 rs., un mesonero de 660 a 1.660 rs., un carnicero 220 rs o el de un maestro de primeras letras 360 rs., de ahí que no fueran extraños los pleitos por su percepción. Por su parte, a partir del citado año de 1705 el capellán de S. Juan recibía 660 rs. por las misas; 243 rs_ correspondían a la lámpara del Santísimo y, el administrador, continuó ingresando su 10%.
Se desconoce quienes fueron los primeros capellanes de la capellanía de San luan de Santianes, Entre al menos 1 700 y 1711, lo fue un miembro de la Orden de Calatrava, hermano del patrono D. Sebastián. Desde 1728, hasta al menos 1766, fue capellán el párroco de Collera D. José González Toraño, Posteriormente y hasta 1780 lo fue D. Francisco Díaz de Guiena. Más tarde (de 1780 a 1798) fue titular de la capellanía D. Francisco Prieto González, y desde 1799 hasta 1834 D. Lorenzo Martínez Sánchez.
El rendir cuentas de la fundación resultaba bastante oneroso, Bernardo González Prieto pasó 110 días -a razón de 12 rs/día, más 8 días de viaje "en los caminos"- en las ciudades de Valladolid y Oviedo cuando fue a recoger los libros de le Obra Pía y a rendir sus cuentas.
De las cuentas tornadas en el año 1759, se deduce que la fundación tenía en esa fecha 283 censos que rentaban 6.000 rs y 15 rs al año. También que no se habían podido cobrar 5.522 rs. de los censualistas.
Disponía entonces la fundación de 297 censos, habiendo pagado a cada dotada 5,987 rs, el capellán 660 rs., a la luminaria 243 rs, además del 10% que correspondía al administrador, Los pagos al relator, al procurador, la posada a razón de 12 rs/dia por los 16 días que Ramón Prieto hubo de pasar en Oviedo, al contador, al agente del fiscal, etc_ corrían por cuenta de la propia fundación.
Durante este tiempo se habían redimido 24 censos, entre ellos -en 1778- el de 30.492 rs. de la Real Audiencia, En el mismo periodo, impuso 16, además del "censo que S.M. ha impuesto -en 1780- sobre las Rentas del Tabaco de Ribadesella por 20.822 rs."
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